Después del gran éxito que está teniendo la serie
"Isabel" de TVE, que finaliza ya con esta 3ª temporada, y con la
aparición de Juana la Loca, me he preguntado si en realidad la tercera hija de
los Reyes Católicos tenía una enfermedad mental o no.
Investigando un poco en el tema, parece que existen
pruebas de que Juana I padeciera un síndrome esquizoafectivo, según dos médicos
psiquiatras. ¿En qué consiste?
El trastorno esquizoafectivo integra, como su nombre
indica, dos tipos de síntomas:
- Síntomas esquizofrénicos.
- Síntomas afectivos: depresión y manía.
Muchos autores se habían inclinado a que, en realidad, lo que sufría Juana era "locura", por estar tan apasionadamente enamorada de su esposo Felipe "El Hermoso". Pero, si nos ponemos a investigar los antecedentes familiares, sabremos que su abuela materna también tenía una enfermedad mental consistente en demencia y negación de la realidad. Además, según un médico que se ha dedicado a investigar este caso, el Dr. Mínguez, «en aquella época de matrimonios de conveniencia las infidelidades reales, frecuentes y asumidas de mejor o peor gana, no solían escandalizar a nadie (sobre todo si las cometía el varón)» y por tanto «no constituían un hecho estresante de tal trascendencia para desencadenar las graves alteraciones de comportamiento que doña Juana protagonizó». Por ejemplo, cuando descubrió una relación extramarital de su marido, mandó llamar a la mujer con la que se veía Felipe y ella misma le cortó el pelo e incluso parece ser que le hirió la cara con las tijeras.
Durante su vida existen varias señales que nos llaman la atención y que nos hacen inclinarnos más a que estaba enferma:
EN LA ADOLESCENCIA TARDÍA (1496-1500)
Cuando Juana se va a Flandes a vivir con su esposo,
aproximadamente con 18 años, tiene un carácter distante y no participa
activamente de los actos de la corte, además de tardar mucho tiempo en pagar a
sus servidores el sueldo correspondiente. Este desinterés, según los médicos,
podría señalar el comienzo de un "embotamiento afectivo" (falta de
reactividad emocional). Incluso, con su primer embarazo, los síntomas aumentan,
hecho que más nos demuestra que pudiera sufrir de psicosis (ya que durante la
gestación, los síntomas esquizofrénicos suelen aumentar en aquellas mujeres
predispuestas a padecerlos).
En esa juventud temprana, las anormalidades de Juana,
con síntomas de melancolía y congoja, con noches sin dormir, días sin comer
para de pronto hacerlo vorazmente, en los que alterna la inmovilidad con
inesperadas crisis de cólera, según describía Vallejo Nágera, hacen pensar a su
madre que Juana ha perdido la razón. Es así que Isabel I dejó dicho que si
doña Juana fuera incapaz de ejercer en persona las funciones reales, ejerciera
la regencia su padre Don Fernando.
El que los celos estuvieran motivados (pues en esa época era normal que los reyes buscaran entretentas además de su esposa) no contradice el hecho de que Juana sufriera «delirio de celos», a juicio de los psiquiatras, negándose por ejemplo a emprender viaje si alguna mujer iba en los navíos a su regreso como reina a Castilla. En ese mismo viaje, su impasibilidad ante una peligrosa tormenta, interpretada por algunos como muestra de valor, es vista por los expertos en salud mental como una muestra del embotamiento afectivo que también se manifestaría en el fallecimiento de Felipe el Hermoso. Cuando él fallece, Juana no derrama ni una lágrima, queda como "petrificada", y además ordena abrir el féretro dos veces para asegurarse de que Felipe seguía ahí.
El día 20 de diciembre del mismo año de la muerte de
Felipe (nada más que 3 meses después), Juana manda desenterrar el ataúd e
inicia una peregrinación hacia Granada, totalmente enlutada. Su delirio de
celos no terminó cuando quedó viuda, pues se negó a pernoctar en un convento de
monjas durante esa peregrinación.
RECLUSIÓN EN TORDESILLAS
Juana no llegó nunca a Granada, pues quedó recluida en
Tordesillas con su hija, la infanta, y su esposo fue enterrado en el Monasterio
de Santa Clara, el cual se podía ver desde las ventanas del palacio donde
estaba ella. De esta forma, Juana podría contemplar el féretro cuando quisiera.
Es posible que el encierro influyera en el comportamiento de Doña Juana, que en esos años tuvo alucinaciones con un gato gigantesco y como ya había hecho antes, volvió a integrar en sus delirios la religión, negándose a oír misa y ordenando quitar el altar de sus aposentos por considerarlo embrujado, algo escandaloso en la España de la hija de los Reyes Católicos.
Podríamos resumir su vida y lo que acontecía en ella con estas tablas:
Por último, dejo esta cuestión en el aire: ¿qué habría
ocurrido si Juana no hubiera padecido ninguna enfermedad mental y hubiera
gobernado? ¿Habría cambiado el curso de la historia?
* Información procedente
de ABC y del artículo "Psicobiografía de doña Juana I de Castilla y
Aragón" (Luis Mínguez Martín).
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